la más freak del libro Guinness

lunes, 13 de julio de 2009

Sueño y Vigilia

No suponía que tales cosas pudieran sucederme a mí, pues pensaba que estas confusiones sólo les acontecían al increíble Descartes y tal vez a aquellos escritores Barrocos como Calderón; a Samuel Taylor o a Chiang Tzu por nombrar algunos ejemplos. Y a uno le parece disparatado cuando se entera de esas cosas, pero luego, al sucedernos y vivirlas, nos damos cuenta de que no son tan descabelladas como parecían y sí realmente confusas.

Todo empezó cuando leía “El Mundo de Sofía”, novela que cautivó mi gusto por la lectura y hasta me quitó el sueño varias noches. Más específicamente cuando el autor describió la etapa Barroca y citaba las anécdotas de Chiang Tzu, quien había soñado con una mariposa y a partir de ese momento ya no podía discernir si era Chiang Tzu que soñaba que era una mariposa o si era una mariposa que soñaba permanentemente ser Chiang Tzu, fue cuando más agucé la atención mientras me preguntaba hasta qué punto podría ser eso verdad y no un breve y simple cuento fantástico.

Descartes, por su parte, también se preguntaba cómo diferenciar el sueño de la vigilia y esto le resultaba engorroso de explicar. De todos modos, yo las consideraba cuestiones extrambólicas, de poco sentido, demasiadas rebuscadas, en pocas palabras. Pero nunca olvidé estos asuntos y a menudo los recordaba con extrañeza y fascinación. Hasta que una noche tuve un sueño que me dejó perpleja por varios días: soñé que de madrugada, caminando por la calle me encontraba con dos personas conocidas, una de ellas me ofrecía caramelos que yo tomaba y los guardaba en el bolsillo de mi pantalón. Luego despertaba en mi habitación, tomaba la prenda que había puesto en el lugar de siempre, buscaba en el bolsillo y encontraba los caramelos que me habían regalado. Inmediatamente, salía de mi oscuro habitáculo, caminaba hacia la cocina donde encontraba a mi madre y mis hermanas y narraba lo ocurrido. Ellas me escuchaban y miraban atónitas, pues era realmente extraño lo que había sucedido y en ese instante desperté. Al igual que en el sueño, mi pantalón estaba allí, pero esta vez no tenía caramelos y todo alrededor se percibía mucho más claro y distinto, aunque el sueño haya sido demasiado real.

Y lo primero que pensé cuando desperté fue que me había pasado lo que alguna vez le aconteció al escéptico René Descartes y ahora era víctima de su inquietud ¿Cómo podía saber yo que no estaba soñando en el momento que “desperté”? porque, si no confundo, en el sueño también soñaba que despertaba y, sin embargo, estaba soñando ¿o sigo soñando que despierto todos los días? Aún no lo sé, pero ya me encuentre durmiendo o no, estoy viviendo (el filósofo francés diría “existiendo”) y debo atender a necesidades biológicas y otras cuestiones. Por eso y porque sé que es algo de lo que nunca voy a tener cabal seguridad, me evité el trabajo de desenmarañar tal enredo especulativo y decidí dejarlo en manos de filósofos y metafísicos.

Pero no pude deshacerme de la cuestión tan fácilmente (parece perseguirme, anhelando alguna respuesta o intentando intranquilizarme).

Hace varios meses que no hablo con Paul, no lo cruzo por la calle ni lo encuentro conectado. Pareciera como si ese muchacho que tanto aprecio, con el cual me identifico en muchos aspectos y con quien solía mantener largas charlas hubiera dejado de existir de un día para el otro. Simplemente, de un momento a otro, no supe más nada de él, tal vez estuviera muy ocupado y no tuviera tiempo de comunicarse conmigo, tal vez por algún motivo estuviera enojado y no quisiera que yo supiera más nada de su vida o… tal vez simplemente fue un sueño y nunca existió. Y esta suposición hasta me causó gracia al principio, pero con el correr del tiempo comencé a indagarme cada vez más sobre la verdad de su existencia. Pues es él la persona más adecuada para mí, supongo que es el hombre que estuve buscando para compartir el resto de mis días ya que tenemos increíblemente muchísimas cosas en común (hasta un inmenso parecido físico), es el único chico con el que puedo pasar largas horas hablando y con quien me siento muy bien. En una breve descripción, es perfecto para mí, demasiado. Pero ¿cómo puedo aseverar yo con la mayor de las certezas que él realmente existe? Es decir, se trata del hombre que soñé toda mi vida ¿o lo sigo soñando? Y esta cuestión, contrariamente a la anterior, no la podía dejar de lado, pues antañaba a mí persona.
Dicha inquietud invadió cada vez más mis pensamientos, ¿cómo podía probar fehacientemente su existencia? Por momentos sentía que me dejaba llevar mucho por mis ocurrencias, pero inmediatamente me cuestionaba cuál era la ocurrencia, si este muchacho o pensar que él no existía en verdad. Rápidamente recordé que le había comentado a mis amigas de él, ellas podían asegurarme entonces que él realmente existía. Sin embargo, ellas no sabían más de él ni tenían mayor descripción que lo que por mí pudieran enterarse ¿qué tal si sólo les hubiera hablado de un sueño? Sería una falacia preguntarles a ellas.
Me reconfortó al instante, saber que tenía agendado su número de teléfono, pero ¿y si lo hubiera escrito entre sueños? Esto tampoco podía asegurarme su existencia. Comencé a intranquilizarme. La cuestión se me salía de las manos, me sobrepasaba. Concluí que la única manera de probar inmediatamente su existencia era hablando con él, ya sea por MSN o por teléfono. Pero, ¿y si en el momento de hablar con él fuera sólo en sueños? Además, de ninguna forma puedo asegurar que cuando hablamos me comunico con una persona ¿qué me garantiza que detrás del medio comunicador no hay una máquina que me responde o que no es mi creativa conciencia que alucina posibles respuestas? Porque, a decir verdad, como ya dije antes, me sorprendía lo bien que Paul encajaba conmigo, me gustaba absolutamente todo de él, cada reacción, su forma de expresarse, su personalidad, sus pensamientos, sus gustos. Todo era puntualmente perfecto, todo como siempre lo había imaginado, hasta el punto de asustarme. Tal vez lo seguía imaginando; y esto ahora, me resultaba más probable que una real existencia corpórea. Sí, era demasiado onírico para ser real y después de tanto tiempo de no verlo sólo tenía vagos recuerdos de él, como del resto de mis sueños.

Entonces él sólo había sido protagonista de un largo y profundo sueño.
Así era. Había hallado una respuesta satisfactoria. Pero si así era realmente ¿de quién me había enamorado entonces? De vagas alucinaciones de mi subconsciente, de un ser imaginario. Me había enamorado de un sueño, tal vez del más sublime que nunca tuve. Indudablemente esto me alarmaba más que dudar de su existencia. Si todo había sido un sueño, ¿qué sentido tenía mi vida? Había malgastado tiempo pensando en alguien que ni siquiera existe, había llegado a tener intensos sentimientos por una figura imaginaria que sólo tenía existencia en lo más profundo de mi conciencia. ¡Qué desazón! Hubiera deseado nunca haber especulado tanto y hallado tales veracidades que me deshacían el alma. Melancólica, encontré mi situación análoga a la del prisionero de la caverna de Platón que sufre al contemplar la luminosa luz del sol luego de vivir entre las sombras del habitáculo. “La verdad duele”, recordé entre pensamientos.

En fin, luego de varias semanas de incesantes especulaciones, volví a hablar con Paul o con aquello que denominaba antes “hablar con Paul” (es menester luego de las revelaciones que me acaecieron, tomar cada cosa con pinzas y detallar todo con lenguaje apropiado). Durante la conversación traté de no hacer mención alguna de su inexistencia, como si nada hubiera sucedido, y “hablamos” muy bien, como siempre. En estos casos hay que ser muy prudente y preferentemente obscurantista, en cuanto sea posible, pero siempre actuando con naturalidad.
Aunque no descarto la posibilidad de que él exista de verdad, es mejor estar siempre bien prevenido. De ser así realmente, debo de considerarme la persona más agraciada sobre la Tierra, porque creo que lo entiendo como una especie de milagro o algo así, con un carácter sobrenatural, inmensamente utópico para ser real y para que una cosa así me suceda a mí. Igualmente, si todo se ha tratado de un sueño, fue muy bueno mientras no lo supe y de todas formas me considero afortunada, pues Dios me regaló aquél más bello que alguien pueda tener.
Ahora ya no me quejo. Acepté la “realidad”. Es por eso que esto que descubrí me lo llevo conmigo y supongo que cuando lo vea, trataré de evitar este tema, pues si es un sueño, quiero seguir soñándolo.

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