la más freak del libro Guinness

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La Masa

“Alimentado con comida Light, el hombre se ha vuelto Light” ,y aunque esta frase tiene mucho de verdad no culpemos a la comida light, ¡oh no! Por el contrario poco tiene que ver ella respecto a la insoportable levedad del hombre. Como bien es dicho por los críticos de la postmodernidad, el hombre actual no acostumbra a pensar, a detenerse para reflexionar, como lo hacían antiguamente. Eso es algo aburrido y de tontos, y se dice que además es consecuencia de que el hombre hoy vive “apresurado”, atendiendo trámites, asuntos y demás cuestiones que no dan lugar a un espacio en blanco que pueda llenarse con conocimientos y saberes que salgan de uno mismo.
Pues bien, no descarto esta posibilidad, pero a mi parecer hay algo más abarcativo en este asunto. Un factor más retorcido, más poderoso que, casi imperceptible, influye de modo tal que enceguece y limita la capacidad de pensar. Se trata de la masa, que no es más que la sociedad, pero esta denominación le sienta mejor. A mi entender, es ella la que impone que pensar sea algo fastidioso, algo que ya no se acostumbre a hacer, como una vieja actividad que ha pasado de moda, al igual que leer o escribir.
La masa es conciencia poderosa que influye, juzga y demanda obediencia. Quien no se mueve con ella, con su corriente termina siendo aplastado. La masa impone actitudes y determinados estilos de vida, nos brinda una amplia variedad de formas de ser, pero que ya vienen pautadas. Y es así que cada quien elige la que mejor le cuadre, y gracias a esta elección es que uno se siente libre, pero no se engañen tanto, no. Sólo se elige entre personalidades preestablecidas, uno no es libre de crear la suya propia. Pero no muchos dan cuenta de esto, o por lo menos no quieren hacerlo. Es más cómodo así. Porque es sabido, quien pretenda destapar esta verdad y abrir las mentalidades podría terminar de la peor manera: desplazado de la masa, lo que significaría casi una muerte civil.
Nadie puede escapar de la masa, pero lo más lamentable aun es que hay quienes intentan pertenecer cada vez más y buscan su lugar en ella, acatando por inercia todo lo que ésta demanda, contribuyendo ciegamente a que sea cada vez más poderosa, más intolerante ante la menor falta de insubordinación. Cuanto más obediente se es, la masa promete un lugar mayor y más cómodo en ella a cambio de la idiosincrasia y las características particulares de cada uno, que a mi parecer es lo más valioso de las persona, lo que identifica y diferencia. No hay nada más respetable que ser uno mismo, pero eso sería desobedecer a la masa que se empeña por despersonalizar, crear un ejército de adeptos que sólo se focalicen en ser iguales para mantenerse perteneciendo. Entonces ¿dónde queda la tan mal ponderada individualidad si todos están desposeídos de sus particularidades? Es por esto que merecen el nombre de masa. Ya no son pequeñas partículas originales, sino que han ofrendado hipócritamente su genuinidad en favor de pertenecer a la sociedad.
Desearía, tal vez no saber esto, los que no lo saben viven felices en su superficialidad. Pero aun así no quiero pertenecer, no me importa que me desplacen o excluyan, mi identidad vale más que un lugar en esta hipócrita sociedad de mediocres. ¡Pero es tan difícil no dejarse llevar! No quiero pertenecer, caer en su bajeza, para esto es menester ir contra la corriente… por eso leo, leo lo más que puedo, tengo por seguro que el saber hace libre, entonces quiero saber tanto como me sea posible.
Porque no quiero pertenecer tejo, les resulta repulsiva e inadmisible esta actividad, pero me gusta y es lo que enriquece mi espíritu, es parte de mi personalidad y, por tanto, va en contra del arquetipo que la sociedad defiende, entonces tejeré.. tejeré hasta que se me acalambren las manos.
Porque no quiero pertenecer escribo, bien es sabido que pocos son los jóvenes que se dedican a esto porque es una tarea rechazada por la masa, entonces escribiré... y lo haré hasta que ya no diga más que incoherencias.
Porque no quiero pertenecer creo en Dios, he notado que la religión les causa aversión.. Sí, entonces llenaré mis actos y raciocinios de Dios, lo tendré en mis pensamientos y oraré por todos aquellos ilusos que blasfeman contra él (¡Perdónalos Dios!, no saben lo que hacen).
Porque no quiero pertenecer, no fumo ni consumo drogas, llevo mi virginidad con el mayor orgullo, cuido mi cuerpo: no lo flagelo con perforaciones, tatuajes o ningún otro tipo de auto agresiones, y me mofo de todos los imberbes que ignoran el peso que la sociedad tiene sobre sus pobres decisiones y pensamientos y se proclaman libres.
No quiero pertenecer, pero lamentablemente lo hago, lo admito. Sí, contribuyo cuando castigo mi cabello con formol y amoníaco para tenerlo lacio, tanto como se impone. Cuando bebo alcohol, pero sólo como “alcohólica social” (y he ahí una vez más ella ejerciendo su influencia). Cuando mi super yo se ve presionado y me impone alimentarme restringidamente (a veces, escasamente). Y se siente tan bajo cuando uno se da cuenta que aunque no quiera participa de la masa y siempre de alguna manera contribuye con sus imposiciones… Pero allí está mi objetivo, identificar aquello que hago por imposición social y no por verdadera virtud y eliminarlo, de modo de alejarme lo más posible… sí, esa es la clave ¡Virtuoso y bienaventurado quien es completamente sí mismo sin la más mínima influencia!
De a momentos, sólo de noche, cuando nadie me ve y me saco esta máscara irritante, cuando ningún integrante de la masa está alerta, puedo alejarme de ella, observarla desde afuera, contemplarla repulsivamente, burlarme siniestramente de quienes están dentro, mi yo está en estado más puro, tal como soy estoy sola escrutando sus miserias, y doy cuenta de todo, millones de pensamientos invaden mi conciencia, quiero retenerlos para luego escribirlos, pero se escurren entre el sueño y el libre fluir del cogito. Y uno es exquisitamente uno y se es libre en la mente. Pero pronto vendrá el día y con él las relaciones sociales: la masa me descubre mirando desde afuera, había logrado salir pero sólo por un momento, sólo hasta que tiende sus brazos y vuelve a incorporarme. De nuevo el disfraz. De nuevo, aparentar estar de acuerdo con todo lo que me rodea, con los códigos que la sociedad maneja. El traje de hipócrita no me calza muy bien y es por eso que a veces dejo traslucir de a momentos cómo realmente soy, pero no mucho, sólo un poco y de vez en cuando, sólo lo justo como para que no me desplacen.
Y he ahí la causa de por qué no puedo mostrarme tal cual soy, ¿quién lo toleraría? ¿Quién admitiría una personalidad tan desobediente, un espíritu tan rebelde? Por lo menos, nadie que pertenezca a la masa. Además, me gusta guardar el secreto, este punto de vista. Como quien hace un gran descubrimiento y lo más arriesgado es compartirlo con los demás. Me gusta verlos sufrir por superficialidades, verlos sollozar aterrados cuando sienten una presión enorme sin saber de dónde viene ni lo que es, cuando sienten estar siendo arrastrados por una poderosa corriente sin saber su origen, su fuerza ni desembocadura, me gusta verlos satisfechos cuando han alcanzado su objetivo, uno tan chato como sus mentalidades, tan mínimo pero tan significativo para ellos. Entonces dejo que me subestimen, me acusen, me señalen con el dedo: “Ahí va la rara”, “Lu es única”, "Lu es especial" (por no decir otra cosa), no me importa, me siento fuera y desde donde estoy no me tocan sus insultos, débiles como sus espíritus ¡Se los lleva el viento!

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